31 de agosto de 2007

Una semana

Hoy hace una semana que comencé mi dieta, y la verdad es que estoy orgullosa ya que las cosas han ido bastante bien. Salvo ese pequeño lapsus sin importancia de hace unos días, me he portado estupendamente, ni yo misma me lo hubiera creido hace una semana.

Precisamente hoy he tenido miedo de rozar el desastre. Ha sido un día muy largo en el curro y no he comido hasta las 18.00, es decir hace apenas una hora. Creí que al llegar a casa después de toda la jornada me iba a abalanzar sobre lo primero que pillara, pero no fue así. Me tomé mi tiempo y me calenté la comida que había preparado anoche. Así que tarde, pero bien hecho. No está mal para celebrar estos siete primeros días de lucha.

29 de agosto de 2007

Pequeño desliz

Algún día tenía que caer, y hoy ha sido ese día. A pesar de que no me siento orgullosa de haber perdido el control, creo que la falta ha sido muy leve. Me molesta más el descontrol en sí que las consecuencias que éste pueda tener. Os cuento. Por cuestiones de trabajo no he podido venir a comer a casa, así que me fui con unos compañeros a comer a un restaurante. Era un lugar de estos que tienen buffet de ensaladas y luego si quieres un sandwich, una hamburguesa... Comí un plato de ensalada variada y una cocacola light. Hasta aquí todo iba perfecto. Tras la comida regresé al trabajo (habitualmente sólo voy por las mañanas, entro muy, muy temprano) y estuve muy liada hasta las 19.30, en que decidí que ya estaba bien y que debía marcharme. Los problemas comenzaron en el camino a casa. Empecé a tener mucha hambre y a pensar en la merienda que me esperaba (la tostada de pan y el jamón serrano). Nada más llegar y con bastante ansiedad devoré esta mini merienda, pero seguía con hambre, así que sin pensarlo mucho me lancé a comer más jamón y una rodaja de melón. Todo esto lo engullí en un plazo muy breve de tiempo, como en mis buenos tiempos.
Sinceramente creo que las consecuencias de este descontrol son mínimas, ya que en la comida me tocaba algo de carne que no comí y una pieza de fruta que tampoco comí. Tras el atracón, y para compensar, decidí que a la cena me limitaría a verdura hervida (sin acompañamientos) y me tomé un plato de acelgas y después una rodaja de melón. No es por justificarme, pero creo que entre la cena y la comida he logrado compensar ese pequeño desliz.
Insisto en que lo que más me preocupa es esa sensación de pérdida de control, algo que debería desaparecer de mi conducta con tanta rapidez como deberían hacerlo los kilos.

28 de agosto de 2007

Recuperando la merienda

Tengo la sensación de estar regresando a la infancia. Con esta nueva dieta tengo derecho a merendar, menos mal, ya que sino no se si aguantaría toda la tarde. Una rebanada de pan bimbo y un poco de jamón serrano. No es mucho, pero a mí me sabe a gloria. Se está convirtiendo en una ceremonia que aguardo con impaciencia y que preparo minuciosamente: un plato de postre, dos lonchas de jamón y la rebanada de pan. Hago verdaderos esfuerzos para no comérme este minibocadillo de un bocado, algo que por cierto hasta ahora siempre hacía. Estoy acostumbrada engullir en vez de comer. Supongo que es un efecto de la ansiedad. Me he dado cuenta de que muchas veces comía sin hambre, únicamente movida por una inquietud interna, una especie de vacío que sólo la comida conseguía llenar. Por eso es para mi tan importante este régimen, no se trata únicamente de perder esos 20 kilos que me sobran, sino también de demostrarme que soy capaz de controlarme, de hacer las cosas con cabeza, y no únicamente dejarse llevar.

Cuando digo: ¡qué hambre tengo!, mi novia me dice que soy una exagerada, que no es para tanto, que parece que no hubiera comido. Se que tiene razón, que puede ser exagerado, pero para mí es así, no estoy habituada a tener hambre. Mi cuerpo, hasta ahora, era tratado como un rey, muchas veces no dejaba ni siquiera que tuviera la necesidad, para darle todo lo que necesitaba, así que ahora lo que toca es aprender que hay unos horarios, unas cantidades... En fin nadie dijo que esto iba a ser fácil, así que habrá que seguir adelante. Esta noche me toca cenar judías verdes..., y ya estoy soñando con ellas.

27 de agosto de 2007

Los primeros días


Llevo ya tres días de régimen, y la verdad, es bastante duro. Acostumbrada a no poner un límite a lo que comía, y dejarme guiar únicamente por la sensación de saciedad, ahora me doy cuenta de que la situación es mucho más cerebral. Me explico. Antes yo comía movida por emociones, tenía hambre y comía, me aburría y comía, estaba deprimida y comía, estaba nerviosa y comía... No me paraba a pensar, sólo buscaba satisfacer, de manera rápida esa necesidad. En estos tres primeros días me he centrado mucho en reflexionar antes de hacer las cosas, podríamos decir que e intentado comer con la cabeza. Intento racionalizarlo todo, analizarlo y pararme un segundo a pensar antes de lanzarme a comer. Está resultando un ejercicio psicológico agotador, supongo que por la falta de costumbre y espero que, como todo, se convierta en una rutina al cabo de un tiempo. Me siento orgullosa de no haber recaído en estos 3 días, pero para ser sincera también he de decir que he estado estos días acompañada en todo momento por mi novia, que me ha ayudado mucho. Así que ahora que me enfrento en solitario a todo esto, tengo un poco de miedo. Natural, supongo.

25 de agosto de 2007

El endocrino

Desde el momento en que fui consciente de que no podía seguir así, que había que poner freno a este descontrol, tuve claro que necesitaba algo de ayuda. No me sentía capaz de hacerlo sola. Y otra cosa que tenía muy clara es que no quería recurrir a ninguna dieta milagro, ni a ningún charlatán de esos que se anuncian por televisión prometiendo imposibles.

Un médico, de los de verdad, un reputado endocrino fue el elegido. La primera imprensión no fue muy buena, lo reconozco. La consulta está situada en un barrio residencial del centro, en un edificio señorial pero antiguo. Antiguo como antigua es la consulta, la recepcionista, y el propio médico. Todo huele a viejo, y os aseguro que de entrada no me gustó. El feeling con el médico era para mí esencial, estoy dando un paso muy importante en mi vida, con el que me juego mucho. Necesitaba un endocrino que me ofreciera confianza, ya que yo iba decidida a contarle todas las miserias que arrastro desde la adolescencia.

Es un hombre simpático, de unos 65-69 años, y con un currículum excelente. Empecé a contarle mi trayectoria, mis problemas de alimentación, y sinceramente, tuve la sensación de que no me hacía mucho caso. Me interrumpió para acompañarme a la pesa, también antigua, me recordó a las de mi infancia y de vuelta a su mesa consultó la tabla de pesos y medidas y me dijo: tienes que perder unos 20 kilos. Aunque era algo que yo ya me imaginaba, esos 20 kilos retumbaron en mi cabeza durante un largo rato. 20 kilos son muchos, me dije a mi misa, y por un momento tuve miedo de no ser capaz. No le oculté al endocrino mis miedos y le dije que habitualmente la ansiedad me lleva a comer compulsivamente y que podría necesitar algún tipo de ayuda. Él estaba enfrascado en consultar la analítica que yo le había llevado, y apenas levantó la vista para decirme: un poco de fibra lo soluciona. Yo insití: ¿no cree usted que necesito un psicólogo? Pero él me dijo que de momento íbamos a ver qué tal respondía con una dieta, la fibra, y algo de ejercicio diario (caminar, nadar...) y no me dejó muchas más opciones.

Salí de la consulta con una dieta de 1.200 calorías que no tiene nada de excepcional, lo que todos ya sabemos: verduras, ensalada, carne y pescado a la plancha, fruta, queso blanco, algo de fiambre y un poco de pan al desayuno. Y eso sí poco aceite y mucho control de las cantidades. La únia alegría es que una vez por semana puedo sustituir una comida entera por un plato de arroz, pasta o legunbres, condimentado como yo quiera. A pesar de lo sencilo de la dieta, me gusta, estoy harta de dietas milagro, de mezclas extrañas que te promenten mentiras, prefiero algo sencillo, básico y sensato.

La recepcionista-secretaria me vendió un bote de glucomanano que me costó 20 €, según ella el mismo precio que en la faramacia, quiero creerla pero pero tengo mis dudas, así que investigaré. Tengo que tomar un par de cápsulas media hora antes de cada comida, y beber mucha agua, así se producirá una sensación de saciedad y no llegaré a la comida con tanta hambre.

Salí de la consulta más contenta de lo que había entrado, y aunque seguía teniendo esa sensación de haber retrocedido en el tiempo, pensé que un hombre tan mayor debía tener una larga experiencia en tratar casos como el mío. Quedamos en vernos de nuevo el 10 de septiembre.

80 kg, ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Mido 1.67 y tengo 36 años. Ayer me pesé por primera vez en muchísimos meses y la verdad es que aunque tenía pavor a escuchar de boca del médico mi peso actual, la cifra no me ha sorprendido, la esperaba. Parece mentira cómo conocemos nuestro cuerpo a pesar de todo, yo estaba segura de que mi peso estaría alredededor de los 80 kilos (ufff aún me cuesta trabajo escribirlo) y no me equicocaba. Le pedí al endocrino que por favor no me dijera la cifra maldita, me subí a la báscula con miedo y cerré los ojos para no ver el resultado, pero no sirvió de nada, él se encargó de decirme bien alto: pesas 80 kilos. En el fondo creo que le agradezco su sinceridad, enfrentarse a las cosas es la mejor manera de superarlas.

¿Cómo he llegado hasta aquí? La verdad es que nunca creí que alcanzaría esta cifra maldita. Durante años mi peso oscilaba entre los 65 y los 70 kilos, y la verdad es que ya me parecían bastantes. La ansiedad, el estrés, las mil y una inseguridades, los horarios imposibles y la dejadez, sobretodo la dejadez, me han permitido batir mi propio récord.

Tengo que reconocer que no es la primera vez que afronto una dieta, pero en esta ocasión me siento más segura que nunca, más decidida a conseguir mi objetivo. Necesito demostrarme que tengo el control de mi vida, que he tomado las riendas, que yo decido. Seguramente influya una profunda sensación de que ésta es la última oportunidad. Han sido demasiados años jugando con fuego, sufriendo innecesariamente, creo que por fin ha llegado el momento de madurar y de enfrentar los problemas.

Se que serán unos meses duros, estoy acostumbrada a comer mal, no tanto mal como mucho. De hecho la última analítica está perfecta, tengo todos los valores en su sitio y ni pizca de colesterol, algo extraño con mi peso. En fin, creo que mi problema es que hasta ahora comía sin control de ningún tipo, comía hasta quedarme totalmente saciada, sin marcarme ningún límite. Es hora de seguir unas pautas.